Gumersindo Carrasco fue declarado ganador en una pelea que perdió ampliamente. Su gente generó violencia y los jueces, bronca.
Por Andrés Mooney
Se la promocionó como “La pelea del año”. Era duelo de invictos, de noqueadotes, y suscitó gran expectativa. Había real equivalencia pero el favorito era uno. En Mendoza, con la televisión, Gumersindo Carrasco tenía la fiesta armada para sumar un nocaut más a su impecable record (12-0-0 12 K.O.). Se subestimó a un Bonanni que, más allá de su condición de invicto, creyeron que sería endeble y caería ante la potencia del ex integrante de la selección nacional.
Una lastimaba más que tres
La pelea tuvo una imagen que se repetiría una y otra vez: Carrasco yendo a meter sus manos y Bonanni esperando para conectar la suya. Y lo conseguían: el local acertaba tres golpes y, cuando empezaba a conmover a su rival, el de Junín sacaba un cross que hacía peligrar la vertical del “Gumer”. La diferencia de potencia hizo que, con menos cantidad de manos, el visitante enviara a la lona en tres oportunidades al mendocino, contra una caída que sufrió el juninense.
Pero Juan Manuel Bonanni fue excesivamente cauteloso cuando tuvo al borde del nocaut a su contendiente, y no atacó con determinación para lograr el nocaut. Y cuando se decidió a acabarlo, viendo que Carrasco no podía estar de pie, una persona del público (según dicen, sería Roberto Carrasco, pariente de Gumersindo) atacó al boxeador logrando que se metiera un segundo del visitante y la pelea se detuviera unos cuántos minutos al borde de ser suspendida (decisión que hubiera sido más que lógica). ¿La policía? Bien, gracias.
Casi se da vuelta, pero no
Así el lasherino se recuperó de la paliza que lo llevaría a la definición antes del límite y pareció recuperarse, una vez terminado el circo que comenzaron los suyos. Pero Bonanni volvió a lanzar sus potentes cross (de derecha e izquierda) y tuvo sentido al mendocino aunque le faltó resto físico para apurar y terminar con la pelea.
Al menos tres puntos en la tarjeta eran lo lógico a favor de Bonanni. Pero los señores jurados hicieron de la suyas: dos dieron ganador al local y el restante decretó un empate.
Carrasco visitará al médico durante un buen tiempo, sentirá dolores unas cuántas horas y se dará cuenta que a la pelea la perdió. Entenderá que su división es la Superligero y que para ganar no alcanza con ir ciego a tirar el golpe que sea en la distancia que fuere: se necesita “boxear” un poco más, pensar, usar la mano izquierda como llave de apertura. Comprenderá que si quiere aprender, deberá pelear lejos de su ciudad porque los jueces lejos de ayudarlo, están arruinando su carrera profesional.
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