El mensaje es similar al que, muchas veces,
se le da a un boxeador en la esquina: dale, dale y dale, cueste lo que cueste. Así,
tarde o temprano, la filosofía del trabajo acaba imponiéndose. Por eso, aunque el pronóstico
anunciara riesgo de temporal, más de mil personas asistieron a la Nueva Sociedad Belgrano. La continuidad
y la prolija organización de espectáculos en el club de la calle Alem, convirtió
–hace rato- a la plaza en un clásico de los puños enguantados cordobeses.
Guillermo Suárez (12-2-0 66,900 kg.) debió combatir con el
indescifrable Javier Mendoza Suárez (7-21-2 68,900 kg.), pero no solo con el peleador sino con todo
lo que este acarreaba: además del plan de pelea difícil propuesto el radicado
en Catamarca, había que enfrentar a un hombre de varios kilogramos más. Esto , sumado a un rincón
inexperimentado –sin licencia habilitante para liderar una esquina- que no hizo
más que complicar las acciones gritando y quejándose de
cualquier decisión arbitral.
Por H o por B, el triunfo quedaba en casa. Con
la mejor factura en los envíos, el dominio del tiempo y la distancia, y una
potencia novedosa que demostró anoche variando su clásico plan de combate de
tocar y salir, Suárez se llevó los primeros dos asaltos con comodidad,
excepto algún tibio arresto de su oponente. Con caída incluida, el pupilo de
Alberto Gómez –anoche, dirigido ocasionalmente por Luis Olivero- ganaba con
holgura. Cuando se iba el tercer asalto, un cruce en el que el visitante giró
la cabeza terminó con una combinación en la zona alta por parte de Suárez que
depositó al boliviano a la lona. El boxeador –que, a decir verdad, no mostraba
demasiados signos de querer continuar con el pleito- y su rincón protestaron
airadamente por supuestos golpes en la nuca. La esquina, dos veces invadió el
ring mientras Víctor Correa realizaba la cuenta de pie al final de cada round. A
la primera, advirtió; a la segunda, con buen tino, el referí cordobés
descalificó. ¿Qué pasó? Inicialmente, anunció nocaut técnico, equivocando la
figura reglamentaria puesto que se trataba de una descalificación, fallo que automáticamente se rectificó. Pero,
consideradas las acciones ocurridas, el yerro fue más anecdótico que otra cosa.
Con dos invasiones de ring e igual cantidad de knockdowns en solo tres rounds,
¿cómo podía terminar la pelea?
Menos
de lo esperado. Es clásica. Uno se tira el ropero
encima, elije el mejor perfume, pasa a buscar a la mina, y con suerte acaba recibiendo un beso en el cachete de despedida. Jorge Rodríguez (12-7-1 60,300 kg.) y José
Iturria (5-17-1 60,300 kg.) habían prometido una guerra sobre el ring, pero sus estilos jamás
se combinaron para brindar un buen espectáculo.
Cuidó la quintita. El Pelado hizo su
negocio: en una división más alta que la suya, Rodríguez sintió una mano del
cordobés y, desde allí, no hizo más –ni menos- que pegar y trabar. Hábil,
llegaba primero con los golpes y no le daba tiempo al Majestuoso para que
respondiera. El público, además de los dos cabezazos accidentales que fueron
sancionados por Carlos Pedernera con el descuento de un punto, no aprobó el
plan de pelea del de Río Tercero. Sin embargo, si no hubo más acción no fue solo por el Pelado, sino por un José Iturria que
dudó demasiado al momento de tomar la iniciativa. Se podrán criticar las
formas, pero lo cierto es que Rodríguez ganó con justicia. Los jurados dictaminaron: Mauricio García Arese 39-38; Gabriel
Tavella 39-37,5; y Juan Carlos García 39-37,5.
¡Qué debut! El cosquilleo en la panza, los
nervios escondidos en cara de macho, la duda que nos abraza el alma…¿existe
alguna primera vez que no sea traumática? Lo placentero, en esas ocasiones, llega cuando el hecho pasó y por fin uno se sacó la mochila de encima. Sin embargo, Xavier Luques Castillo (debut 60,800 kg.),
si estaba dubitativo, lo disimuló muy bien. Afirmando los puños, sin saltar
sobre el ring, el hijo de Carlos Luques tuvo su primera aparición rentada con un
aprobado sobresaliente: se notó el cambio en el estilo, mandó al suelo a su
rival, y por poco no termina noqueando. Con mucha más experiencia en el
profesionalismo, Adrián Bazán (6-3-1 60,800 kg.) buscó siempre lastimar al cordobés, aunque en
vano. Las tarjetas arrojaron los siguientes guarismos: Argentino García 39,5-35,5; Guillermo Pérez 40-35; y Fernando Caruncho 40-35,5.
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