22 may 2011

Heiland y su ¿demostración de grandeza?

Opinión
Jorge Sebastián Heiland venció a Sergio Sanders pero, al finalizar la contienda, declaró que no estaba de acuerdo con el fallo, que se sintió avergonzado y que había recibido una lección de boxeo. ¿Fue tan así?
Por Andrés Mooney
El Gaucho de Pigüé es considerado, en el ambiente de los puños, una persona de bien. Más allá de sus condiciones como boxeador, Sebastián Heiland es de esos a los que suele tildarse de “buen tipo”. Y esos que compramos gestos, actitudes de hombres solidarios, nos gusta gritarlo cuando lo hacemos, para que todos sepan que frente a nosotros pasó alguien especial. Pero anoche, y consciente de estar yendo contra la corriente, no me sentí gratificado, identificado, con los ademanes y declaraciones del pupilo de Gabino Giménez y explico por qué.
Demos paz a los jueces
En sus expresiones, es cierto, valoró a su rival, dignificó el trabajo de su oponente aun menospreciando el suyo. Pero así, fulminó la labor de los jurados, hombres que –como tantos otros hicimos- vieron una pelea pareja, cerrada, y así lo reflejaron en su tarjeta: diferencia de un punto y medio, sobre 10 asaltos. No fue un “robo” (créame, Jorge Sebastián, que muchos menos fue “una lección de boxeo”) y en tiempos en que aparece como normal la invasión de ring, la violencia contra autoridades y se agudiza la escasa credibilidad en los jurados, no resulta muy acertada la frase común de “fue un fallo localista”. Sobre todo en un medio comunicación que multiplica voces, genera opinión y hace que todos repitan “Heiland ganó sólo en las tarjetas”.
El laburo vale y si no lo valora uno, ¿quién?
Además, el trabajo de su rincón, entrenadores, que tanto trabajaron para un nuevo modo de combate –el cual se evidenció, con la guardia baja, las piernas en constante movimiento- al modo Raúl Paniagua, al estilo Sergio Martínez, también (indirectamente) lo echó por tierra. Más allá de que pareció quedarse sin físico, que cometió errores en su defensa recibiendo gran cantidad de golpes; mejoró en efectividad, en puntería, no tira por tirar, tiene criterio para atacar y manejar la distancia, y eso debe valorarse. Todo, lo bueno y malo, lo lanzó sin mala intención, no cabe la menor duda. Pero quizá la ansiedad, las ganas de lograr su objetivo en tan corto plazo, lo llevaron a la desilusión y a creer que perdió ampliamente. El trabajo se notó, el cambio se visualizó, pero hay que esperar, lleva tiempo: sólo dos años atrás, cuestionábamos muchos la forma de combatir de “Maravilla” y descreíamos de sus reales chances ante Williams y Pavlik. Hoy, no podemos hacer más que aplaudir. Paciencia, Gauchito, paciencia.

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