El cordobés no pudo con el "Pumita" Olmedo y perdió antes del límite en la quinta vuelta. Ahora deberá enfrentar un desafío mayor: sobreponerse.
Por Andrés Mooney
Pasó lo que tenía que pasar. Si había una ficha puesta en Emanuel fue porque conocíamos sus condiciones, el potencial que tuvo siempre; pero el riesgo de la apuesta, sabíamos, era grande. Rivales previos, rounds peleados, escenarios (Olmedo combatió en el Luna, por ejemplo), y toda una sumatoria de hechos hacían que la balanza se inclinara para el "Pumita" y así fue.
"Dos años atrás, otra hubiera sido la historia", dirán los más optimistas. Pero lo concreto es que fue anoche, 9 de julio de 2011, cuando Claudio Olmedo tras comenzar confundido sin poder acertar buenos golpes, hizo valer su condición atlética, su resistencia en el cambio de manos y encontró el triunfo. Peralta se quedó sin resto aeróbico amén del gancho a la zona hepática con que se fue a la esquina en el cuarto episodio. Los primeros escarceos de la reyerta fueron favorables al de La Docta, con un boxeo ordenado de izquierda en punta y uppercuts que llegaban a destino, hasta que el cuerpo dijo basta. Olmedo propuso un tren de pelea imposible de acompañar y demolió al cordobés que ya no podía más.
La función debe continuar
Resiliencia es el término que la Psicología tomó prestada de la Ingeniería. El concepto explica la capacidad de un material (una persona en la Psicología), luego de someterlo a un proceso de transformación, de volver al estado original. La capacidad resiliente, dirán los analistas, es lo que tendrá que aflorar en Emanuel Peralta de aquí en adelante. Deberá entender que saltó dos escalones en jerarquía de oponentes y que, mientras su cuerpo respondió, no fue menos que su rival.
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