5 abr 2011

“Timekeeper se busca”

Las autoridades encuentran variantes cada vez más curiosas para hacer entretenido a nuestro deporte. En esta ocasión, con Bopp-Alcántara, el primer round se extendió cual combate masculino y el segundo, como un tiempo de descanso. ¡Cuánta creatividad!
Por Andrés Mooney 
El boxeo femenino tuvo que pelear duro para ganar su lugar entre tanto machismo. Con Marcela Acuña como piedra inaugural, las mujeres encontraron su espacio en la Argentina arriba de un ring, algo que tiempo atrás hubiera sido descabellado pensar. Con 10 años de actividad y con 7 campeonas mundiales, aún parece que algunos desconocen su reglamento: al dar por finalizado un round, se cronometraron tres minutos, al igual que en el boxeo profesional de hombres.
El primer capítulo entre Yésica Bopp y Romina Alcántara fue tomando calor sobre la parte final del mismo que, con el avance de “la Tuti”, iba encontrando una justa dominadora. Así, la campana era casi una necesidad para la cordobesa pero se hizo esperar: tras casi tres minutos, recién se escuchó el tan esperado “gong”, el mismo que el público exigía, que los relatores habían recriminado y que sólo la mesa de control olvidó.
La segunda vuelta, ya con las boxeadoras más “sueltas”, intentó ser intensa pero cuando transcurría la mitad del segmento, sonó la campana ante la desconcertada mirada de las contendientes.
La distracción en los terceros hombres contagia a los protagonistas principales de esta historia que son, justamente, los/as boxeadores/as. Este hecho fue uno más de los bochornos Carrasco-Bonanni, Lazarte-Solís, Vilpán-Palma, y del reciente Namus-Muñoz. Jueces con miopía, árbitros cómplices, cronometristas con sueño, ¿algo más?

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