Sebastián Heiland empató en fallo dividido con Mateo Verón, en una floja presentación para el de Pigüé. Con lo justo, le alcanzó para lograr la igualdad.
Por Andrés Mooney
Era la noche para volver a tomar confianza, para lograr el triunfo luego de aquella presentación en que terminó pidiendo disculpas al público por considerar que no había logrado la victoria a pesar de la decisión del jurado. Pero no pudo. Es que enfrente tuvo a un Verón que pasada la derrota ante el cordobés Pablo "Luifa" Zárate, rearmó su carrera (y su mentalidad) obteniendo importantes triunfos frente a Abel Adriel y Oscar Medina. En la previa, aparecía como amplio favorito Heiland por razones obvias: gozaba de mayor experiencia internacional con una disputa de título mundial incluida, y enfrentaba a un welter natural siendo él un mediano nato. Aún así, jamás pudo sacar rédito de su mayor bagaje y, por el contrario, fue "el Chino" quien boxeó de modo displicente, pensando cada una de las maniobras como si "guanteara" en el patio de su casa. Tampoco logró hacer la diferencia con el peso de sus puños y, cualquier inadvertido, habría imaginado que ambos militaban en la misma división.
En el boxeo detalle, Verón fue más. Contragolpeó con sapiencia, colocando un insistente jab acompañado de ganchos al cuerpo y ascendentes al rostro. Además, hizo errar una gran cantidad de manos a su rival, efectuando un movimiento de cintura efectivo que debió ser reflejado en las tarjetas (jueces: recordar que los argumentos defensivos también suman).
Jorge Sebastián Heiland no convenció y no logra encontrar identidad sobre el ring: de a ratos trabaja "de contra"; otras veces, busca definir el pleito con un solo golpe. El de Pigüé deberá concentrarse en el gimnasio y volver a presentarse para conseguir un triunfo que anímica y deportivamente, lo vuelva a los primeros planos internacionales.
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