"El Huracán" fue superado ampliamente en las tarjetas. No estuvo cerca del triunfo pero le desnudó falencias al filipino. La gente abucheó.
Por Andrés Mooney
Los pronósticos indicaban que el campeón gallo OMB y CMB se llevaría un rotundo nocaut, que el argentino no había tenido rivales de fuste y que, en algún momento, Donaire se anotaría otra definición categórica. Como lo hizo ante Vic Darchinyan, Fernando Montiel y tantos otros. Pero esta vez no pudo. ¿Por qué? Porque Narváez empleó recursos defensivos de manera impecable y porque -hay que decirlo- Omar prefirió llegar a las tarjetas y no arriesgar ante el peso de los puños de su rival.
"El Huracán" clarificó errores en el rey gallo como nunca otro lo había hecho: no castiga al cuerpo y lanza combinaciones de manera mecánica, casi sin pensarlas. La cantidad de golpes que se estrellaron en la guardia del chubutense y otras tantas al vacío, fueron llamativas en alguien que aspira a estar entre los mejores libra por libra. El abrazo a las cuerdas, en el último fragmento del combate, fue un llamado de atención al "Filipino Flash". Pero no alcanzó. Si a esa labor defensiva, Narváez le hubiera agregado el contragolpeo, otra habría sido la historia.
El público de Norteamérica reprobó la pelea. La falta de golpes plenos, sabido es, se castiga en lugares como Nueva York. Quizá los promotores hayan captado la habilidad del nuestro y, a diferencia de los fanáticos, hayan aceptado el planteamiento de combate del "Huracán".
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