El Príncipe definió antes del límite y dominó de principio a fin las acciones. Coronó con nocaut una actuación destacable, el viernes, en el Orfeo, ante Fabián Velárdes.
Por Andrés Mooney
Las definiciones por nocaut en el boxeo son lo que la goleada al fútbol. El resultado es abultado y, como el número, la confianza se agiganta. No caben mayores discusiones, el dato es contundente. Por eso Marcos Vergara (72 kg.) logró una victoria que vale doble: anotó en su licencia no solo un nuevo éxito, sino que volvió a recordar que sus manos duelen.
El dirigido por Walter Ibañez tuvo bajo control las acciones, excepto algún pasaje donde Fabián Velárdes (72,600 kg.) puso a prueba su grado de asimilación y sacó voleados que llegaron a destino, aunque sin lograr desequilibrar al vencedor.
El entrenado en el gimnasio Santos Laciar pegó desde todos los ángulos y obligó al árbitro a interceder para iniciar un conteo de protección. En la última vuelta, el Príncipe optó por dejar sin trabajo a los jurados y con enjundia presionó hasta derribarlo y obligar al tercer hombre sobre el ring y al rincón de Velárdes a decir "hasta acá llegamos".
"La verdad, me sorprendió cómo aguantó Velárdes. Ahora quiero más peleas y a fin de año pelear en Estados Unidos", tiró Vergara.
Velocidad, esa cuenta pendiente.
Marcos Vergara estuvo impecable en ataque y supo aguantar lo que su rival le tiró. Sin embargo, para las aspiraciones del cordobés, debe ir aún más allá y buscar mayor continuidad de golpes, no anunciar las manos cargadas de potencia, pues sabido es que en la discusión grande los pesos medios protagonizan peleas dinámicas. Recién comienza el Team Ibañez-Vergara y el examen fue aprobado con creces. Faltó un solo condimento que, trabajando así, de seguro llegará: la velocidad.
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