Pablo Zárate fue noqueado en el octavo round por Miguel Barrionuevo, anoche, en Catamarca. El cordobés estaba haciendo un buen combate hasta el momento de la definición.
¿Cómo explicar que alguien que perdió antes del límite, por
nocaut efectivo, que terminó con el rostro dañado como terminó Zárate, hizo un trabajo
positivo? Difícil, porque en este mundo la frutilla del postre acaba siendo más
importante que el postre mismo. El resultado, el número frío, traza una línea
gruesa que divide vencedores de vencidos. Blanco o negro. Se gana o se pierde. Se
es algo, o no se es nada.
Para alquilar balcones. Ambos boxeadores salieron, en los
primeros asaltos, a meter sus manos y decir “acá estoy”. Y las conectaron. Miguel César Barrionuevo (66 kg.) se llevó el primer round con golpes sólidos que llegaron a la
humanidad de un Luifa que se vio sorprendido por los embistes de su rival. El segmento
posterior fue para Luis Pablo Zárate (65,600 kg.), quien se afirmó en el ring y soltó derechas cruzadas
que llegaron al rostro de su oponente. Los dos entendieron, llegado el tercer
capítulo, que el que tenían al frente pegaba con vehemencia y no era cuento.
Por eso, en ese asalto las aguas se calmaron y comenzó la paridad. Ambos
rincones pedían serenidad, inteligencia. Fue el local, con uppercuts y cross de
izquierda, el dueño de esa parte de la lucha.
La cuarta vuelta, Zárate escuchó el pedido de su esquina:
izquierda en punta, movilidad de piernas y evitar cruzarse en la corta
distancia. De esta forma, el de Argüello Juniors logró dominar parte de la
pelea anotándose no solo esos tres minutos, sino también el quinto y sexto
capítulo. El Luifa pudo manejar la pelea en la larga distancia, caminar bien el
ring, pegar desde afuera ante un Barrionuevo que no encontraba el ángulo para
descargar sus golpes, pero jamás se enloquecía. Hasta que dio inició el séptimo
asalto. La Joya
salió decidido a cambiar manos e invitó al cordobés a hacerlo. Con los guantes
llamaba a su rival quien, confundido en su rol de boxeador, se dejó llevar por
el corazón, la sangre, y fue a intercambiar manos en la corta y media distancia
solo para recibir castigo innecesario y perder puntos en las tarjetas.
Llegado el octavo episodio, los dos boxeadores sintieron que
debían acertar un golpe más para llevarse el triunfo. Miguel Barrionuevo por
ser local, por la obligación de responder a su gente con un triunfo categórico
y dejar sin trabajo a los jurados; Pablo Zárate por su costumbre de ganar las
peleas golpeando mucho, por sentirse visitante y pensar que los jueces no iban
a valorar su tarea. Y en ese deseo de dos, prevaleció el de uno. El
catamarqueño tenía más resto físico y, llevándolo contra un rincón neutral,
colocó una izquierda en cross letal que acompañó con tres manos y derribó a
Luifa dejándolo visiblemente maltrecho. El pupilo de Luis Olivero Canales sacó
fuerzas de donde parecía imposible y se paró, pero el tercer hombre del ring
actuó con criterio y detuvo el combate a los 2 minutos del octavo y último
round.
Una Joya en serio. El zurdo Miguel Barrionuevo vive un
momento para destacar. Ganó la pelea más difícil de su carrera de forma espectacular, ante un oponente
de cuidado. La Joya tiene dos atributos
fundamentales para llegar lejos en el boxeo profesional: cuando pega hace daño, y
asimila castigo. ¿Algo más? Según él y su equipo, están en condiciones de militar en la división superligero.
Los árboles mueren de pie. El Luifa no supo llevar la pelea
a las tarjetas, entre otras cosas, por una razón: su ADN boxístico le ordenó ir
a cambiar golpes, esos que tantas veces exigió cuando le tocó pelear con
probadores que le plantearon tácticas defensivas. Recibió golpes fulminantes y,
aun estando nocaut, se puso de pie.
Las tarjetas, cerradas. Al término del séptimo round, un jurado tenía como vencedor al cordobés por un punto y medio; otro lo tenía abajo por un punto; y el restante lo veía perdedor por dos puntos.
Las tarjetas, cerradas. Al término del séptimo round, un jurado tenía como vencedor al cordobés por un punto y medio; otro lo tenía abajo por un punto; y el restante lo veía perdedor por dos puntos.
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