El chaqueño superó en las tarjetas, luego de 12 rounds, al Pumita Olmedo. El Distinto avisó a todos los superligeros que está listo para disputar el título del mundo.
Por Andrés Mooney
El profesor preparó, como de costumbre, la lección del día. No hay improvisación. Cada enseñanza y su respectivo método de aplicación fueron previamente elaborados. El alumno lo mira, intenta asimilar el concepto, pero se muestra fastidioso. Está revoltoso, apresurado y busca -en vano- llegar a la solución de forma rápida, sin mayores rodeos. El maestro insiste con su mensaje y parece rezarle al oído: "Tranquilo, Pibe, esto no se aprende de un día para el otro".
César René Cuenca (63,200 kg. 42-0-0) abrió el bolso y exhibió inteligencia, boxeo depurado y -atributo a destacar- corazón. El sábado por la noche, en General Villegas y por el título interino OMB latino superligero, el Distinto brilló como siempre solo que esta vez le agregó un detalle poco menor: lo hizo de visitante, ante un noqueador, y lo superó por baile. Caminó todos y cada uno de los metros del cuadrilátero. Soltó todos y cada uno de los golpes existentes en el boxeo. Y tapó todas y cada una de las bocas que criticaban su esgrima pugilística.
Claudio Alfredo Olmedo (63,300 kg. 26-3-0) destapó su olla y le faltaron varios ingredientes. El Pumita quiso dominar el centro del ring, pero se encontró con un hábil oponente que le marcó el camino y lo contragolpeó a placer. Siempre frontal, siempre estático, fue un blanco fijo para el zurdo Cuenca que punteaba con la derecha y combinaba con la zurda recta, al cuerpo y en uppercut. El de General Villegas estuvo lento, carente de ideas y reabrió un signo de interrogación alarmante para su futuro profesional, más allá de la derrota momentánea: sufrió los golpes de Cuenca y estuvo visiblemente sentido con manos que, en el plano internacional, no suelen detener el embiste de un supuesto noqueador.
No fue la noche de Olmedo porque fue la gran madrugada de Cuenca. A contramano de lo que sucedió en Neuquén, el sábado anterior con Billi Godoy y Sebastián Heiland, esta vez triunfó el boxeo, la inteligencia, el ABC de este deporte: pegar y no dejarse golpear. Fue la noche de quien buscó otros caminos, del creativo. Fue la noche del Distinto.
Tarjetas con olor a podrido. Increíblemente, los jurados Luis Doffi y Jorge Millicay vieron vencedor 114-113 y 114-112, respectivamente, a Cuenca cuando este no solo venció por amplio margen, sino que además tenía un punto a favor producto del descuento de un punto que sufrió Olmedo por arrojar el protector bucal cuatro veces.
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