Por A.M.
Campeones mundiales, figuras en ascenso e
históricos consagrados. En la casa del campeón, Las Vegas o Europa. Probarse con
los mejores tiene sus riesgos –y sus alegrías cuando sale bien- y solo quien
está dispuesto a correrlos los conoce.
Marcos Maidana es de esos boxeadores que no ponen
reparos en la elección del rival. Poco le importa su record, la ciudad en que se combate o
la guardia de su oponente. Él va y pelea. Contra los mejores. Contra los
mejores entre los mejores. Y allí se desnuda su ADN boxístico: brota el
corazón, la garra, una poderosísima pegada, el aura del guerrero, y aparece
también la impotencia de no poder conectar, el deseo de acabar la pelea con un
puño, la no utilización del jab, la falta de defensa, etc.
Maidana perdió porque, al lado de su contrincante,
lució excesivamente lento. Porque no brilló, porque no tuvo ideas, porque la
confusión que round a round le generaba Alexander, no podían dilucidarla ni él
ni su esquina que pedía lo que a Maidana le sobra: coraje. Fue la noche de
ensueño para el local y la velada para el olvido del santafecino. Pero ojo: ni el
nuestro está acabado, ni el norteamericano es Mayweather Jr. Fue una pelea,
diez rounds que no deben hacernos olvidar las palizas de Maidana a Víctor Ortiz
y a Víctor Cayó, o el susto a Amir Khan, ni imposibilitarnos de recordar las
magras presentaciones de Alexander ante Timothy Bradley y Lucas Matthysse.
El Chino es el peleador que cualquier promotor
quisiera entre sus filas, y por eso Oscar De La Hoya, tras la derrota con
Alexander declaró que el de Margarita sigue vigente en las 140 y en las 147
libras. Por lo pronto, Maidana manifestó que defenderá su cinto superligero
AMB. Después se verá.
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