Por Andrés Mooney
Decir que los desmanes en Lazarte-Casimero fueron provocados por
gente del boxeo, que las sanciones de la FAB y la FIB fueron graves, y que se hizo justicia en nuestro
país, es mentirle a la ciudadanía entera.
Cuando Jorge Roña Castro volvía al
Luna Park en abril de 2006, perdiendo por nocaut con José Luis Herrera, la
barra brava de Boca -con Rafael Di Zeo a la cabeza y Mauro Martín asomando como
delincuente en ascenso- agarró a piñas y revoleó sillas a los colombianos que
habían acompañado a la Pantera. Gilbertico Mendoza miraba atónito, mientras hombres de seguridad y Sebastián Contursi (por aquel entonces miembro de la
AMB) retiraban a un señor patoteado. El boxeo tenía su primera mancha, con un
boxeador como Castro, en un recinto como el Luna. Y poco tenía que ver el boxeo en todo eso.
Pablo Moyano estaba con sus muchachos del Gremio de Los Camioneros. Los bombos
sonaban a rabiar, alentado al humilde barrendero Luis Lazarte como en cada
presentación. Al Mosquito le tocó perder con el filipino Johnriel Casimero, y allá fueron los sujetos dejando a
un lado los redoblantes, para golpear a cuanto extranjero se cruzara en el
camino. Llovieron sillazos, lesionaron gravemente al árbitro, a miembros del equipo de Filipinas y al nuevo campeón minimosca. ¿Qué dijo la prensa? “Papelón en
pelea de boxeo” ¿Quién salió dañado? Por supuesto: el boxeo. Decir que
semejante mamarracho fue provocado por este deporte, es tan inútil como quienes
consideran que la violencia en el fútbol es generada por 22 tipos de pantalones
cortos corriendo atrás de una número cinco.
La sanción no demoró en llegar desde la Argentina: suspensión preventiva para Lazarte por sus conductas antideportivas. Y luego desde el
extranjero: la FIB dictaminó la prohibición para cualquier actividad
boxística de este organismo al boxeador Lazarte y a uno de sus ayudantes. Las medidas recayeron en un púgil retirado (el marplatense hizo público su deseo de
colgar los guantes) y su segundo. Hasta ahí llegaron.
Tras la declaración del presidente de la
Federación Argentina de Box, Osvaldo Bisbal, diciendo que se reía de las
sanciones internacionales, la Federación Internacional de Boxeo no fue contra la FAB, ni contra el promotor
de la velada, Osvaldo Rivero. No se les ocurrió poner en riesgo la afiliación de la entidad de Castro Barros 75 a la IBF, medida que hubiese generado pérdidas
económicas importantes. Tampoco fueron contra Rivero, prohibiéndole organizar
veladas por la FIB, cosa que también hubiese significado una baja en los
ingresos monetarios.
Fueron con todo, pero contra el pez flaco. Quisieron hacer
ruido –y lo lograron- matando a un Mosquito.
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