Por Andrés Mooney
Que la olla ordena, que los pibes exigen, que la bruja demanda. A veces, ninguna de esas razones lleva a un boxeador a cambiar golpes. Cuando el día va cayendo y el joven arma el bolso rumbo a casa con lo poco que tiene, confiesa: "Me gusta pelear". Sin preámbulos ni pudor alguno, sentencia: "Peleo por pelear".
Esta noche, en el Club Sarmiento de Villa Carlos Paz, se cruzarán dos de records pobres y entusiasmos gordos: Antonio Valentín Ochoa (21-22-2) y Arnaldo Toranzo (1-9-0) volverán a enfrentarse luego del triunfo que el primero obtuvo por puntos, en febrero de 2002, sobre el segundo. El Profe no puede dejar los hábitos y olvida su apodo: es hora de enseñarle a los pibes desde abajo del cuadrilátero. Viene de perder antes del límite con Pedro Prieto, y de salvar el pellejo ante Marco Ahumada llegando a las tarjetas. Con 32 años, le dio mucho al boxeo y, a pesar de haber anunciado el retiro en más de una oportunidad, el ring lo sigue llamando.
Arnaldo Toranzo, que en el profesionalismo no pudo demostrar ni una parte de lo que aparentó como aficionado, lleva 9 peleas perdidas en 10 presentaciones. El nocaut ante Darío Balmaceda debió ser un punto de inflexión en su carrera; sin embargo, el de Carlos Paz sigue a pie firme y boxea cuando lo solicitan. También con 32 almanaques, podría colgar los guantes y seguir en el boxeo desde otro rol. Pero las piñas tiran.
La paga de hoy no alcanzará el monto que en cualquier trabajo dan por una semana de empleo. Es decir, ninguno habrá dejado sus ocupaciones para llegar en óptimas condiciones. ¿Y entonces por qué pelean? Sucede que, muchas veces, el bolsillo no es el que manda.
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